NARRATIVA

Nuevo Orden; Filmar y Castigar.

 Nuevo Orden: Filmar y Castigar


Por Alfredo Bojórquez

A Andrea Ancira, con quien comunizo las siestas


Nuevo Orden es una película capaz de alimentar todas las formas de fascismo en México. En tiempos  de polarización, donde la ultraderecha hace un llamado a las armas en contra de Andres Manuel López Obrador, que es respondido con una paranoica militarización del centro de la capital que generó imágenes cercanas a las que aparecen en la película; meses en los que el Tren Maya, unos de los proyectos centrales del sexenio, es una declaración de guerra contra los pueblos originarios, en plena pandemia global llega una película dispuesta a generar confusión y levantar las ampollas del rencor. Cada diálogo y cada imagen están pensados para conmocionar e instalar en la imaginación pública la noción del enemigo interno.

Abriendo con un flashback que nos sitúa en el ambiente desordenado y ruidoso que gobierna todo el filme, Nuevo Orden comienza con la boda de unos ricos de la Ciudad de México. Un ex empleado acude al festejo pidiendo dinero para la urgente operación de su esposa, quien no pudo ser atendida debido a la insurrección que  viene. 

La madre de Marian, la novia, le da 35 de los 200 mil que pide prestado. Marian, con más culpabilidad que el resto de su familia, huye de su boda dispuesta a completar la suma. Pero en el camino es secuestrada y llevada a una cárcel: golpes, humillación, manguerazos de agua fría, hacinamiento, violación. Para liberarla, los insurrectos piden diez millones de pesos. Así queda instalado el conflicto que guía la narración: la culpa y el miedo licuados en un melodrama, un capricho de hora y media, al mejor estilo de las telenovelas.

La tensión crece hasta que, tras bambalinas, una militante traiciona la insurrección y pide una cantidad menor por la secuestrada. En las últimas escenas se ve la bandera de México y se escucha el redoble del himno nacional. El director y guionista Michel Franco, como muchos artistas con aires radicales, llena su obra de símbolos patrios para criticar al país. Con una imagen final da a entender que entre los hombres hay pactos de poder en el que las mujeres son sólo el botín y las revueltas son pura reacción y gestualidad  que eventualmente actualiza  el sistema de dominación.

Como señala Aquille Mbembe, “el racismo es una forma de desorden psíquico a raíz del cual el material reprimido asciende brutalmente a la superficie” y “para que pueda operar como afecto, pulsión y speculum, la raza debe hacerse imagen, forma, superficie, figura y, fundamentalmente, estructura imaginaria” (Achille Mbembe, 2016, Crítica de la razón negra,). Nuevo Orden saca a flote el miedo reprimido y las fantasmogorias coloniales que la blanquitud mexicana suele inscribirle a la poblacion racializada.

El pueblo enfurecido es una representación entre anarquismo y zapatismo infantil. De ambos, el filme muestra el lado que suelen recortar los medios de comunicación, la parte rígida y espectacular de la organización política: los destrozos y el caos de la revuelta urbana; el brazo armado, estoico y machista de la organización de los pueblos. Invisiblizando las verdaderas propuestas y anhelos del movimiento antisistemico y contrahegemònico, caricaturizándolo. Es una marabunta de pieles prietas dispuestas a humillar y escupir para vengarse de los ricos, de la blanquitud criolla. Personajes construidos por contraste carnavalesco: ricos (humanos y víctimas) y pobres (inhumanos y opresores)

Esta cinta es un ensayo de lo que se imaginan las élites que hubiera sucedido si Marichuy hubiera ganado las elecciones o lo que pasaría si se extendieran las okupas que comenzaron el INPI  y la CNDH. El único aspecto interesante que nos muestra es la intimidad del privilegio y su más grande miedo: que los subalternos se cansen de su condición de subalternos. La revuelta de los esclavos es un fantasma regurgitado entre rascacielos y elevadores de cualquier urbe, Mbembe explica que es un temor recurrente de la modernidad que ha tomado varias formas y estilos.

Nuevo Orden es heredera directa de Eugenia (1917) de Eduardo Urzaiz, una de las primeras novelas de ciencia ficción de México, que también expresa el miedo de los privilegiados: imagina un futuro donde se extinguen los mayas. Una Península de Yucatán blanqueada donde sólo quedan algunos reminiscentes arquitectónicos del pasado indígena, metáfora decimonónica repetida de que las ruinas son lo único glorioso de lo indígena. Urzaiz, siendo un socialista, no dejó de imaginar un futuro y una modernidad blanca basada en lo maya como un atavío histórico del pasado, como fuente de terror, una pesadilla por superar.

Nuevo Orden es la pesadilla de la blanquitud, el placer de la violencia, el amor al caos. La revolución, o más bien la insurrección, como una fuerza ciega, gesto irracional. El pueblo infantil y reactivo. Como señala Mbembe, “al igual que el comienzo del siglo XIX, el inicio del siglo XXI constituye un gran momento de división, de diferenciación universal” (Mbembe, 2016, p.60), ese pareciera el objetivo del realizador. Esta es una película que alimenta el resentimiento y rompe el tejido social al presentar imágenes que nutren la pulsión punitiva de nuestro tiempo: el castigo como destino, como venganza natural y deshumanizante.

No recomiendo esta película, es una pérdida de tiempo; mejor siéntense, sírvanse algo caliente, y lean a Ursula K. Leguin, a Liliana Bodoc u Octavia Butler: futuros imaginados desde la valentía y la inteligencia; ciencia ficción desde los bordes del poder, cuestionándolo para modelar futuros más dignos, no el delirio que alimenta el filme de Michel Franco, que vino a avivar fantasías racistas y  las llamas del odio.




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