Basquiat: Imaginación, deseo y melancolía poscolonial.
Por Fabian Villegas.
Decía Fred Moten que mucho del cuerpo de trabajo de Jean Michael Basquiat era esencialmente fugitivo, habitaba entre un espacio fugitivo entre las leyes de la música y las leyes del sentido.
Cada que regreso a esa referencia es imposible no pensar en todo un ecosistema cultural negro en los EU en la segunda mitad del siglo XX que creó una vanguardia estética y una disputa de imaginario basado en la fuga como una dimensión de sentido, del jazz libre a prácticas transitivas de oralidad, de la performatividad del voguing hasta el uso experimental de una paleta de colores para activar una “narrativa”.
El espíritu poscolonial de la experiencia afrodiasporica en la producción cultural encontró en la “resignificación”, en la “resemantización” un nuevo lenguaje, espacios de fuga, transgresiones, subversiones, indisciplinas y trans modernidades capaces de construir una nueva imaginación anticolonial.
Basquiat tacho, borro, enfatizó, utilizó palabras elásticamente como recurso estético, y producción de sentido, teatralizo engañosamente con el color, para en el momento más dramático en el que sentimos que hemos apresado su narrativa, quitarnos sin complacencia las manos de encima de su obra con una irreverencia sintáctica, una insolencia banal “Samo as an alternative to plastic food stands”.
Yuxtapuso representaciones canónicas de la cultura moral occidentalocentrada con fantasías coloniales sobre las relaciones interraciales, a un menú de comida le esparció pictograficamente azúcar para metaforizar el sistema de plantación. Tal como su homólogo caribeño Kamau Brathwaite inscribió en la palabra “huracan” un goteo de vocales, Basquiat le concedió una anatomía al misterio como sistema transitivo de pensamiento y espritualidad.
Basquiat ha sido devorado por el corporativismo y una hegemonía cultural blanca que le confiere vulgarmente a su corona (Crown, 1988) una dimensión de celebridad, que lo mismo lo reduce al irreverente, temperamental y asimilado creador afroantillano que navegó con excentricidad en una industria blanca, como lo reduce a la figura convulsa e infantil de aquel hombre racializado durmiendo descalzo a las afueras de un Brownstone en Park Slope, o lo termina por reducir finalmente a una metáfora, en la que se termina por estetizar con indolencia toda su calamidad, acreditando que su excentricidad esta en su compromiso etico y estetico con una historia dramática de fracaso.
El legado de Basquiat es enorme, está atravesado por una epistemología transitiva, indisciplinada, que no habita el presente, es anti esencialista con el pasado, pero siempre ve en la recuperación de la memoria historica la posibilidad de imaginar un futuro anticolonial.