Por Arely Juarez.
A principios de los 90´s Ciudad Juárez, Chihuahua era exaltada por los medios de comunicación como la ciudad más violenta para las mujeres en México, los numerosos casos allá vistos, los signos de tortura en los cuerpos de nuestras compañeras, las evidencias de corrupción, la colusión de agentes de seguridad del Estado con el crimen organizado y el feminicidio de cientos de muchachas jóvenes en el estado fronterizo quedaron como antecedentes de la realidad que vivimos hoy en el Estado de México, específicamente en Ecatepec[1].
Hace casi cuatro años alumnas de la preparatoria oficial 128 Francisco Villa, en la colonia Hank González[2], a una hora y media de mi hogar, impulsadas por un profesor que les impartida un taller de Arte, comenzaron a hacer performans, videos y representaciones teatrales en plazas públicas de la Ciudad de México en donde retrataban la violencia con la que vivíamos las mujeres en Ecatepec, algunas de ellas habían presenciado el rapto de compañeras de clase, había sido víctimas de intento de secuestro o tenían amigas o familiares desaparecidas, después de hacerse virales y de llegar a oídos de la dirección del plantel todo esto, el profesor fue amenazado y las alumnas advertidas para no volver a hacer algo similar. Hoy ese profesor ya no da clases en esa escuela, las alumnas concluyeron su ciclo ahí o están por hacerlo, pero el miedo no se ha ido, ese se quedo de manera permanente.
Hace casi tres años[3] la noticia de que a Syama Sakhi Paz Lemus la habían raptado dentro de su casa, con antecedentes de problemas familiares entre sus padres, con acoso virtual por dos redes sociales[4] y con espacios muy alargados de estancia sola en su casa, llegaron a mis oídos; prendí la televisión y lo primero que escuche del reportaje fue “en la colonia Polígono 2” (eso llamo muchísimo mi atención pues es la colonia anterior a donde yo vivo), el reportaje narraba como Syama había sido raptada desde dentro de su domicilio, como habían entrado a su casa cuando su madre no estaba, como ella (su madre) sabía de dos acosadores que tenía en redes sociales y que sospechaba que era su propio padre (el acosador y el secuestrador). El reportaje me dio un golpe en la cara, a poco menos de 15 calles de mi hogar esto había sucedido.
El 5 de diciembre de 2015, 17 meses después de su secuestro, escapo y llegó a casa de sus abuelos, “según su declaración, se le mantuvo en la misma casa todo el tiempo, en Ecatepec, en complicidad con los familiares de su secuestrador, fue obligada a realizarse un aborto y sus fotos íntimas eran publicadas en sitios de internet. Ella pudo escapar, pero la pesadilla no ha terminado; ha recibido cientos de mensajes de texto con amenazas de parte de la familia de su captor, donde indican que harán daño a sus seres queridos. A pesar que se ha interpuesto una denuncia ante las autoridades.
[1] Municipio más grande del Estado de México con 1 677 678 millones de habitantes (hasta 2015) de los cuales el 51.6%, es decir 855 615 son mujeres.Es colindante con la Ciudad de México y se encuentra ubicado a 20 minutos del Aeropuerto Internacional Benito Juárez García (el aeropuerto más importante del país). Además pertenece al llamado por sociólogos como “Cinturón de Miseria”
[2] Conocida por su alta criminalidad y por ser lugar en donde mujeres jóvenes desaparecen de manera sistemática desde hace más de 10 años.
[3] 27 de octubre de 2014
[4] Facebook y de un juego de XBox llamado “Girls of Work” (Chicas de Trabajo). procuradurías de la Ciudad de México y del Estado de México, los familiares indican que no se ha hecho nada.”[1] Han pasado casi tres años y su secuestrador sigue libre, nadie lo busca, porque no importa lo que hizo, en Ecatepec “es normal” que todos los hombres hagan algo similar, con la complicidad de las autoridades.
Para ese entonces la situación en Ecatepec se estaba volviendo insostenible para las autoridades, pues ahora eran ellos mismos quienes estaban inmiscuidos con el crimen organizado y cometían los delitos dentro de vehículos oficiales y portando uniforme. Después de 2 años en la presidencia de mi país Enrique Peña Nieto (ex gobernador del Estado de México) había emitido la orden de extender la toma de municipios en manos del ejército para “reforzar la seguridad”. Días después de ver el reportaje comencé a ver al ejército, con su prepotencia andando, por las calles de mi barrio.
Para mí era algo anormal escuchar de casos, tan cerca de mi hogar, de jovencitas desaparecidas, yo sabía que existía esta situación en todo el estado pero nunca la había sentido tan cerca de mí. Me di cuenta que pese a que en ese momento ya no entraba en el rango de edades que las chicas secuestradas (12-22 años), no podía bajar la guardia y al contrario debía protegerme aún más.
Dentro de la coyuntura por la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, en septiembre de 2014, todxs nos dimos cuenta de que el Estado no estaba jugando y de que nos podía pasar a cualquiera en algún momento, los padres y madres se dieron cuenta de que tenía que proteger aún más a sus hijxs y nos dieron su apoyo para seguir luchando, en ese momento desde muchas trincheras se desarrollaron guías para prevenir la desaparición, para saber qué hacer en caso de un intento o de desaparición de algún compañero y a dónde debíamos recurrir, nos convocaban a generar desde el hogar una estrategia de autocuidado para todxs los miembrxs de la familia y nos convocaban a no dejar solxs a los padres de todxs lxs desaparecidxs de mi país, ahí supe que era fundamental reducir los riesgos a los que pudiera estar expuesta.
Casi un año[2] después de escuchar el reportaje sobre Syama me enteré por algunxs vecinxs de lo que le ocurrió a una chica de 17 años llamada Marlene Cornejo Hernández de una colonia cercana a la mía; la secuestraron, la violaron, la torturaron, la descuartizaron, la metieron en bolsas negras de basura, la rociaron con algún solvente, la aventaron a la orilla de la iglesia y le prendieron fuego, llevaba días desaparecida, sus padres no pudieron levantar la denuncia de su desaparición de inmediato pese a ser testigos de su secuestro, quien la raptó fue su ex novio por haber terminado con él, la Procuraduría del Estado de México no levantó la denuncia porque dijo “que haberse ido con el novio, no era causal de denuncia”, 3 días más tarde la encontraron a la orilla de la iglesia del barrio calcinada.[3]
Esta muerte la sentí a un más cerca, a 7 calles de mi hogar el cuerpo de ella se calcinaba mientras yo dormía entre ruidos de balazos y motocicletas a toda velocidad. Recordé en ese momento que hace muchos años a una calle y media de mi hogar habían matado a dos personas por un supuesto ajuste de cuentas entre narcomenudistas, una de ellas era una mujer de unos 40 años aproximadamente a la cual además de dispararle le abrieron el vientre con un cuchillo
y la dejaron semidesnuda, solo por el hecho de ser mujer, pues al hombre solo le dispararon y las averiguaciones dieron negativas para pruebas de violencia sexual en contra de ambos. Comencé a pensar sobre lo que motivaba a un hombre a matarnos de esa forma, a no respetar nuestro cuerpo ya muerto, a quitarnos la dignidad aún muertas, a someternos a su castigo eterno.
[5] https://www.debate.com.mx/policiacas/Su-secuestro-duro-17-meses-la-pesadilla-no-termina-20160604-0085.html
[6] septiembre de 2015
[7] 27 de agosto de 2015
Para ese entonces[1] la prensa mediocre y no tan mediocre de mi país, exponía a Ecatepec como un lugar de muerte del que si habías salido vivo era porque pudiste matar antes, lo llamaba lugar de desaparecidas, de putas, de muertas, de narcos, de politicuchos priistas y perredistas que no hacían nada por mejorar la situación y que eran cómplices del crimen organizado.
Hace un mes y medio[2] en las inmediaciones de la universidad en la que estudié[3] encontraron a una compañera llamada Lesvy Berlin Osorio Martínez, asesinada por su novio, las cámaras de seguridad poco habían captado de lo sucedido, fue encontrada con el cable de un teléfono sobre su cuello junto a una cabina telefónica, el rector no se pronuncio, los medios de comunicación hicieron trozos su vida personal y social solo por ser mujer. La revictimizaron. Días después un grupo ecoterrorista autodenominado “Individualistas Tendiendo a lo Salvaje (ITS)” se adjudicó la muerte de la joven Lesvy y la violentaron todavía más en su comunicado declarando: “Es solo una masa más, es solo un maldito humano que se merecía la muerte, ¿qué más da si era del sexo femenino?”[4]
Hace un mes llegaba a casa caminando junto a mi madre, cuando vimos a un grupo de 5 mujeres, todas jóvenes de no más de 20 años, pegando hojas en todos los lugares posibles, me acerque al poste de luz de la esquina de mi casa, en donde había colocado una de esas hojas y la realidad me volvió a golpear de una forma tal que incluso quise vomitar. Una chica llamada Itzel Guadalupe Armenta Gómez de 14 años, estaba reportada como desaparecida, llevaba 2 días sin llegar a su casa y había desaparecido al salir de su escuela. Sus compañeras de clase, su hermana y su tía eran quienes estaban pegando esos carteles con sus datos para poder encontrarla. En ese momento me sentí tan vulnerable que sólo camine a mi casa y al llegar me desplomé en el sillón de mi hogar para decirle con voz entrecortada a mi madre, “espero que nunca me pase a mí, si me pasa ya sabes que hacer, no me busques por mucho tiempo”, ella me vio y dijo “no digas eso, hay que cuidarnos y no nos pasará”, solo pensé: cuidarnos entre nosotras ya no sirve de nada, nos están matando.
Cuando llega el momento de ir a mi cama, pienso en que yo tengo la fortuna de seguir durmiendo en ella, pero que muchas compañeras en este momento están sufrieron las peores vejaciones emocionales y físicas que un ser humano puede sufrir, doy gracias por seguir viva, en mi casa, con mi familia completa, dentro de este municipio, me acuesto y no pasa mucho para escuchar ruidos de balazos, motocicletas y vehículos a toda velocidad pasando muy cerca de mi ventana, la cual sigue siento mi mayor vulnerabilidad, pues pienso que en cualquier momento alguno de esos balazos puede entrar por ella y llegar a mi cuerpo dormido y yo dejar de existir.
[8] 2014
[9] 3 de mayo de 2017
[10] Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
[11] http://www.excelsior.com.mx/comunidad/2017/05/11/1162883
[12] 8 de junio de 2017
Hace escasos 11 días Valeria Teresa Gutiérrez Ortiz un pequeña de 11 años de edad, subió al transporte público, en el municipio de Nezahualcóyotl, motivada por la lluvia que
[8] 2014 comenzaba a caer, sin pensar que ese sería su penúltima morada, el chofer la ataco sexualmente y abandonó su pequeño cuerpo semidesnudo en calles cercanas, la abandonó dentro de ese mismo transporte que debía llevarla cerca de casa, su familia acudió a levantar la denuncia y al haber ocurrido esto 4 días después de las elecciones en el estado[1], ningún funcionario le hizo caso, les pidieron que dejaran pasar las 48 horas requeridas[2] para presentar la denuncia. La familia de Valeria no se dio por vencida, siguieron buscándola y ellos mismos encontraron a su hija, sin ayuda de las autoridades encargadas de la seguridad.
La gente en ese municipio se organizó, al día siguiente de encontrar a Valeria marcharon por las calles y exigieron justicia frente al Palacio Municipal de Nezahualcóyotl[3], ahí fue cuando las autoridades comenzaron a actuar, encontraron al supuesto responsable en un municipio cercano llamado Chimalhucán[4] este fue llevado al penal Neza-Bordo en menos de 48 horas, se suspendieron las actividades de la Ruta 40 de Transporte Público, a la cual pertenecía la combi en donde asesinaron a Valeria. Circuló por las redes sociales que el responsables había sido violado en el penal por haberle hecho lo mismo a Valeria, unos días después se informó desde la dirección del mismo penal que se había encontrado su cuerpo sin vida resultado de su suicidio[5], el cobarde no solo asesino a la pequeña Valeria, sino que además huyo de la justicia social, dejando en total impunidad lo que hizo.
La misma semana que sucedió lo de Valeria encontraron muy cerca del lugar donde la encontraron a ella a una mujer más, asesinada y violentada sexualmente. También encontraron a una mujer en una cisterna dentro de las instalaciones del Deportivo “Carlos Zapata Vela”, ubicado en la delegación Iztacalco, en la Ciudad de México, llevaba dos días desaparecida y no había denuncia de su desaparición pues su madre estaba esperando a que pasarán las fatídicas 48 horas para poder reportarla como desaparecida.
Las mujeres en Ecatepec (y en todo México) hoy vivimos en la zozobra de saber si al salir de nuestra casa volveremos a ella, salimos a la calle con un foco fluorescente que nos alumbra como vulnerables y secuestrables, salimos a la calle con la frente llena de signos de peso (dinero que solo llegará a las manos de nuestros secuestradores, violadores, tratantes, asesinos, etc.), salimos de casa con miedo de no volver, de no volver a respirar, a mirar, a sentir, a vivir, a dormir en casa, salimos con miedo a ser vendidas en algún portal de internet y de ser llevadas a un país o estado distinto al nuestro para sufrir lo peor, salimos a las calles de nuestro barrio con el miedo a que nuestro novio, ex novio, amigo, vecino, primo, hermano, padre, hermanastro, padrastro, conocido, etc., nos secuestre, nos viole, nos torture, nos asesine, nos arroje y nos queme.
Todos los días abro las páginas de periódicos y mi facebook para encontrarme con más de 15 noticias sobre desapariciones y feminicidios de distintas mujeres, en el Estado de México, Ecatepec, Nezahualcóyotl, la Ciudad de México y el interior de la República Mexicana, está claro para mí y miles de mujeres que también leen las notan, que por el contrario esto no cambiará y se agudizará, se crea en nuestra mente un sensación de inseguridad y ansiedad de saber cuándo nos va a pasar a nosotras, en Ecatepec no se descansa, no se duerme, no se habla, no se come, no se respira, no se vive en paz siendo mujer, no se vive en paz siendo una mujer joven, no se vive en paz nunca, porque nos están matando.