NARRATIVA

Colonialismo, Pandemia y Trabajo social antiopresivo.

Colonialismo, Pandemia y Trabajo Social Antiopresivo 

Aczel Fernando Cornejo Pérez

Empezaré dando mi postura respecto de la pandemia actual y, para ello, retomaré algunas puntualizaciones hechas por Fabián Villegas activista, escritor, educador popular, periodista y artista de Spoken word. La pandemia actual es multifactorial, es decir, que son diversas las problemáticas que se conjugan y se presentan en el Estado actual capitalista en crisis, para finalmente sintetizarse en la oleada actual generada por el Covid-19. Esta multifactorialidad de problemáticas, agudizadas con el adelgazamiento paulatino del Estado, que significó el paso del capitalismo de Estado al capitalismo neoliberal, produjo entre muchas cosas el cambio de enfoque de salud pública por la privatización de la salud; el abandono e invisibilización estatal de la población de “los adultos mayores”; la falta y descuido de políticas alimentarias de la población, y la enorme facilitación, también por parte del Estado de los establecimientos de grandes consorcios de comida chatarra, lo que Ritzer (1996) denomina la “macdonalización”. 

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La manera en que nos habita la pandemia, esta sostenida sobre el modelo de desigualdad social que se ha generado por el sistema capitalista neoliberal en el ámbito laboral y en la producción del espacio, lo que Orellana y Panez (2016) denominan “la cuestión urbana”, entendida como “la construcción, la urbanización, las inversiones en este terreno, la venta y la compra del espacio como totalidad y la especulación”(Léfèbvre 1974:220), propiciando procesos de gentrificación que instauran, con promesas de mejora para la población colindante, zonas habitacionales, condominios inmensos que privan a la gente de la luz solar y grandes cadenas comerciales, excluyendo a familias de escasos recursos de los centros de las ciudades “centrificadas”, expulsándolos hacia los “territorios de relegación urbana y marginalidad avanzada”, lugares en donde se aglomera a la población no deseada, aquella que no entra dentro de sus estándares estéticos de modernidad, “los pobres”, “los prietos”, “los paisanos”, “los feos”, “los mugrosos”, “los delincuentes”, “los viciosos”. 

Por lo tanto, es el funcionamiento sistémico quien relega al grueso de la población a cinturones de miseria y hacinamiento, en donde viven los trabajadores precarizados, pero también los desempleados y los que laboran en condiciones de trabajo informal y autogestivo, como los trabajadores en la vía pública conocidos peyorativamente como “ambulantes”. Es justamente con la situación que viven estos últimos que se puede ejemplificar el evidente maltrato de las autoridades estatales en el contexto actual de la pandemia por Covid-19, ya que no existe lugar para su subsistencia; no se les permite trabajar en los espacios que han ocupado de manera independiente en cuanto a la ayuda de infraestructura por parte del gobierno, pero por el cual han tenido que pagar permisos y cuotas diarias a las autoridades de las diferentes alcaldías y del gobierno central, durante más de cuarenta años, para poder asegurar una manera honesta de manutención familiar. Este hecho resulta contrastante con los miles de trabajadores que están laborando bajo condiciones de precariedad -condiciones que se agudizan si pensamos en el personal de limpieza- en la bodega Aurrera, el Chedraui y el Elektra que se encuentran a menos de 500 metros de los espacios negados a los comerciantes independientes. No se permite trabajar a la población olvidada sino es para asegurar las condiciones de supervivencia y el adecuado confinamiento -despreocupado y con lujos- de la clase hegemónica blanca. 

Estas son algunas de las causas,  aunque estratégicamente se nos presentan en los medios de comunicación como consecuencias, que propician el escenario actual de la pandemia. Es decir, que no es resultado propiamente del virus el hecho lamentable de que exista la altísima cantidad de muertes reportadas en el país, 10,167 de las cuales 2,713 corresponden a la CdMx y 1,168 al Estado de México, según las cifras proporcionadas hasta el día 01 de junio, primer día del regreso a “la nueva normalidad”, por el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud en su página de Twitter, y por supuesto tampoco es casual, sino más bien es causal, que sean muertes mayoritariamente del sector racializado, etnizado y discriminado que viven en las condiciones de relego sistémico antes mencionadas, motivo por el cual alcaldías como Iztapalapa y Gustavo A. Madero son las que suman el mayor número de casos confirmados, 4,818 y 3,109 respectivamente , fenómeno que Achille Mbembe (2011) categoriza como el funcionamiento operacional de “la necropolítica” en el capitalismo colonial. 

Por consiguiente, no podríamos darle una lectura crítica al escenario de la pandemia actual, sin tener presentes los parámetros de relegación urbana, explotación y precarización laboral, falta de seguridad social, hacinamiento, abandono y rechazo hacia los adultos mayores, por improductividad; en temas de salud pública: enfermedades cardiovasculares, y problemas de alimentación como la obesidad, que no solo aceleran, sino que incrementan el número de muertes que ha generado el sistema capitalista durante las últimas tres décadas.  Aquí cabría hacernos la pregunta, ¿cómo se viviría la pandemia actual, fuera del sistema capitalista? 

Para esto, se hace necesario ubicar la especificidad de la disciplina de Trabajo Social, y lo haré tal y como lo sugiere Carlos Montaño (1998), es decir, en las manifestaciones de la cuestión social que se sintetizan en el sistema capitalista, a través de la multiplicidad de problemáticas que surgen con la instauración del modelo capitalista, que polariza a la población y que arroja a la miseria a la mayoría de los habitantes del sur global. En América Latina el modelo capitalista llega justamente con el proceso de colonización; asimismo, podría decirse que el Trabajo Social también, en su forma más rudimentaria, llega con los colonizadores extractivistas. 

Es en el proceso de colonización que se instauran lógicas de estratificación social y laboral a través de marcadores etno-raciales que permitieron a los imperialistas cumplir con su sueño de expansión colonial, y para ello utilizaron mecanismos violentos de deshumanización civilizatoria con la finalidad no solo de someter a las poblaciones originarias, sino de exterminar su cultura. Este proceso no desaparece con la llegada de la independencia y la instauración del Estado nación, sino que solo se refuncionaliza, es decir solo se cambian los papeles, bajo la ideología del mestizaje, entre españoles peninsulares y criollos. Pero en esta nueva estratificación social, los indios y los negros no pueden ocupar cargos públicos ni laborales más allá de los que ya se les habían asignado en la etapa colonial; por lo tanto, podríamos entender a este proceso como la instauración de un sistema neo-colonial para el funcionamiento estructural de los países que antes fueron conquistados, como es el caso de México, en el cual la figura de un profesionista que sirviera a la instauración del mestizaje comenzó a dibujarse. 

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Ubicar la especificidad del Trabajo Social en el sincretismo de “la cuestión social” y “la cuestión urbana” nos permite alejarnos de las maneras irrastreables en que se ha ubicado su génesis, por un lado, de la más conservadora y tradicional que nos dice que surge de las protoformas de ayuda y asistencia social, es decir, en el amor a Dios y en el amor a la humanidad: la caridad y la filantropía. Otro ejemplo de esto es lo que han hecho diversos autores al situarla en “las relaciones sociales”, pues de la misma manera que en el primer caso, sería prácticamente imposible rastrear su surgimiento, variable nodal para el establecimiento de su especificidad. Aquí me surgen otros cuestionamientos: ¿existen otras disciplinas que estudian las relaciones sociales? ¿Los psicólogos sociales y los sociólogos no lo hacen ya? 

Lo grave acá es que el intentar dar una explicación a la especificidad de la disciplina, se hace un ejercicio que en sí miso abona a la segmentarización de las ciencias, vicio heredado del positivismo permeado hacia el Trabajo Social durante la etapa del desarrollismo. Así mismo, ubicar el desarrollo de la disciplina en las protoformas y las relaciones sociales, no nos permite hacer una conexión sistémica del Trabajo Social y los hechos históricos que han marcado el desarrollo de la humanidad, como las guerras mundiales y, por supuesto, el proceso de colonización, acontecimiento que, sin duda, marcó el funcionamiento sistemático, no solo de América Latina, sino a escala mundial, de “la era moderna”. 

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En este sentido, un Trabajo Social crítico que en realidad opte por la resolución de las problemáticas que arroja “la cuestión social” y la “cuestión urbana” generada por el sistema capitalista neocolonial, forzosamente deberá enfundarse de un carácter antiopresivo y anticapitalista; no hay más. De no ser así, seguramente se estarán buscando únicamente novedosas maneras de legitimar y refuncionalizar la desigualdad racista, clasista y patriarcal que trajo el proceso colonial. Es decir, se corre el riesgo de que los trabajadores sociales se conviertan en críticos funcionales a los intereses de la hegemonía capitalista y colonial y blanca.

Aquí quiero hacer una acotación. Entiendo la blanquitud en el sentido expuesto por Frantz Fanon (2009) en su texto “Piel negra, máscaras blancas” por lo que el color de piel no es el único determinante para actuar como blanco, sino que existen múltiples factores que pueden llevar a personas racializadas a colocarse  una careta blanca con la intención de poder hacerse un lugar entre sus amos -aunque esto difícilmente ocurrirá- para, una vez conseguido, ocupar el lugar del opresor. Por esa razón, no todos los críticos son antiopresivos ni anticoloniales; algunos solo utilizan la crítica para poder sentarse en la silla del amo. Y para muestra tenemos todos aquellos que utilizan autores críticos de la realidad occidental europea para fundamentar su trabajo de intervención en diversos contextos de países colonizados del Sur Global, pues para ellos es más fácil forzar una inserción teórica que conocen y dominan perfectamente, en una realidad que dista mucho del contexto en el que fueron escritos tales postulados, que atreverse a reflexionar todo eso que la crítica poscolonial exige desechar, pues para ellos sería como echar abajo su trabajo anterior y sus referentes intelectuales hondamente arraigados.

Yásnaya Elena Aguilar, una autora oaxaqueña perteneciente al pueblo mixe, de postura anticolonial, escribió un texto que tituló “Jëën pä’äm o la enfermedad del fuego”, escrito y publicado por El País el 22 de marzo del 2020, y también presentado como parte de una compilación de 16 ensayos de diversos autores titulado “capitalismo y pandemia” (que son escritos que surgen como una crítica a la postura eurocéntrica de los ensayos contenidos en el compilatorio intitulado “Sopa de Wuhan”, en el cual destaca el texto del escritor blanco esloveno Slavoj Zizek).

Yásnaya nos propone salir de la fórmula capitalista occidental en la que se está atendiendo la pandemia actual en prácticamente todo el mundo, es decir con base en un autocuidado individualista, que significa confinarnos en la soledad de nuestras propiedades, sino que da una propuesta para atenderlos de manera comunitaria, pues “el bien individual no se opone al bien colectivo; el bien individual depende del bien colectivo” (Aguilar 2020:17), frase que encuadra las ideas comunales que permitieron al pueblo mixe superar las grandes epidemias que lo azotaron durante el siglo XVI, en la cual se perdieron cerca de 13 millones de vidas y sobre las cuales se sopesaron los propósitos colonizadores de explotación laboral.

En una entrevista realizada a Yásnaya, en compañía de Yuderkis Espinoza, en streaming y transmitida en Facebook Live la segunda semana de mayo, explica su propuesta con el ejemplo de un edificio en la ciudad durante la pandemia, en la cual los inquilinos no interactúan entre sí pues no tienen necesidad de hacerlo, ya que han depositado los cuidados requeridos en el hogar en las funciones del Estado, y los han “asegurado” a través del pago de impuestos, pero cuando se presenta una situación extraordinaria, porque el sistema falla, irremediablemente tienen que hablar con los demás co-habitantes del edificio si quieren darle una solución viable y laxa a la problemática; por lo tanto, deja ver que las medidas en el confinamiento no son eficaces si son individuales; por el contrario, podrían resultar contraproducentes. 

Con lo anterior, Yásnaya pone de manifiesto que, en comunidades rurales, como la suya, al tener cuidados no individuales sino conjuntos, se puede tener acceso a muchos más espacios comunitarios, y no solo al limitado espacio de la vivienda. Sin embargo, el establecimiento de este tipo de medidas comunitarias ha sido rechazado por el gobierno estatal oaxaqueño, que bajo el prejuicio de ignorancia (sustento de la imposición ideológica colonial) ha castigado a los pobladores que cercan sus comunidades con la intención de realizar una cuarentena comunitaria para mantener el virus fuera de su territorio, no dejando salir a nadie, pero tampoco dejando entrar a nadie. 

A modo de conclusión anecdótica no podemos caer en los vicios que tanto han aquejado al Trabajo Social de solo recoger extractivamente lo que nos sirve de cada autor y armar un Frankenstein sin estructura, el cual únicamente permitirá armar un instrumento discursivo, pero que después, si no funciona para actuar de manera radical sobre “la cuestión social” y “la cuestión espacial”, solo abona a que se refuncionalicen vectores de opresión y muerte para la población racializada y, lo que es más grave, a legitimarlos. 

REFERENCIAS

Aguilar, Y. 2020. Jëën pä’äm o la enfermedad del fuego. Capitalismo y pandemia (1): 15-20. México: Filosofía Libre. Disponible en: https://kehuelga.net/IMG/pdf/Capitalismo-y-Pandemia.pdf

Fanon, F. 2009. Piel negra máscaras blancas. Madrid: Akal.

Léfèbvre, H. 1974. La producción del espacio. Papers: Revista de sociología (3): 219-229.

Mbembe, A. 2011. Necropolítica seguido de Sobre el gobierno privado indirecto. España: Melusina.

Montaño, C. 1998. La naturaleza del Servicio Social. Un Ensayo sobre su génesis, su especificidad y su reproducción. Sao Paulo: Cortez Editora.

Orellana, V., y Panez, A. 2016. El debate sobre la cuestión urbana y el Trabajo Social: contribuciones críticas para pensar la profesión en territorios de relegación urbana. REVISTA PERSPECTIVAS (27): 59-88. Disponible en: http://ediciones.ucsh.cl/ojs/index.php/Perspectivas/article/view/411

Ritzer, G. 1996. La Macdonalización de la Sociedad. Barcelona: Ariel.

Tello, N., y Arteaga Basurto, C. 2000. Historia del Trabajo Social en México. Notas para una discusión. En N. Tello, Trabajo Social en algunos países: aportes para su comprensión: 211-232. D.F. México: Escuela Nacional de Trabajo Social- UNAM.