Por
Fabián Villegas
Recientemente en un ejercicio de reflexión colectiva con 40 personas de diferentes países, nos preguntamos sobre la urgencia del pensamiento de Fanon hoy en día. Difícilmente podríamos circunscribirlo a un espacio estático y a una sola narrativa.
Creemos estar presuntamente claros sobre cuál sería la urgencia de su pensamiento frente a los proyectos de reconfiguración geopolítica por las invasiones imperiales del siglo XXI, el relato de las mal llamadas “primaveras árabes” y los think tanks de laboratorio privado. El liberalismo hegemónico disfrazado de “nueva política” y potabilidad democrática. O frente a la ola de restauración conservadora y de fascismo social a escala global, el uso discursivo de los nacionalismos en el robustecimiento de legislaciones anti migratorias. La instrumentalización política de las narrativas liberales para legitimar el racismo de Estado y las prácticas islamófobicas, los mega proyectos extractivos, los rampantes procesos de concesión territorial y neocolonialismo, la Oenegización de los movimientos sociales y la disputa ideológica. Lxs millones de desplazadxs, la precarización y la estratificación racial cada vez más agravada de la división del trabajo, la gestión necropolítica del medio ambiente y los ecosistemas coloniales, la sobre jerarquización de las asimetrías coloniales, los tejidos de subimperialismo en su mismo Caribe, y las estructuras de colonialismo interno en el Sur Global. Todo esto, absolutamente todo con otro nombre, y bajo otra coyuntura está enmarcado en su cuerpo de trabajo.
A Fanon hay que agradecerle esa cartografía multidimensional sobre la experiencia del Sur, que va de desde la dimensión afectiva, psicopatológica hasta la disputa del poder político para la configuración de un nuevo proyecto civilizatorio.
“Oh cuerpo mío nunca dejes de preguntarme algo”.
Aquella consigna hoy parece una metáfora enmarcada en la lógica de estas nuevas descolonizaciones y antirracismos liberales, performativos, sin embargo forma parte de la multidimensiónalidad de la lucha anti colonial, en la que el cuerpo es un espacio en disputa, un territorio cognitivo, un campo de batalla, un lugar por renombrar, un marcador contractual con el Estado, que define escalas de asimetría y posicionalidad, entre el norte global y el sur global, entre geografías no prietas y prietas, entre el occidentalocentrismo y sujetos racializados, entre los entramados coloniales y las estructuras pigmentocraticas sobre las que se ha construido el Sur Global.
Después de Fanon la categoría de la racialidad en las ciencias sociales, abandonó ese acepción biologicista del siglo XIX para pasar a ser un concepto de agenciamiento político, una categoría socio-jurídica, para narrar la medida en la que el marcador racial es uno de los primeros marcadores bajo los cuales se cartografío el proyecto civilizatorio de la modernidad y a través el cual el Estado generó relaciones contractuales de ciudadanía. El estado contractualiza con la ciudadanía a través del marcador racial, el marcador racial define posicionalidad, materialidad social, y condiciones sociales de existencia. Bien decía como editorialista del periódico Moudjahid de Túnez, que en el colonialismo “la causa es consecuencia”, se es pobre porque se es prieto, se es prieto porque se es pobre”.
El pensamiento de Fanon parece más urgente que nunca, de cara a la crisis civilizatoria, y a la complejidad de los entramados coloniales y las gramáticas de la lógica neoliberal. El Siglo XXI ha creado una contemporaneidad deshumanizante entre múltiples formas de colonialismo, y una multiheterogeneidad de formas de colonialidad. Seguimos silentes ante proyectos necropolíticos de invasión colonial en medio oriente, el norte de áfrica, destrucción masiva de ciudades enteras, Aleppo, Damasco, Bagdad, Kabul, Trípoli portadoras de un patrimonio cultural milenario. Colonialismos tradicionales de ocupación como es el caso de Palestina, operados a través de legislaciones, organismos, instituciones, que controlan la libre circulación, condicionan medios de subsistencia, limitan derechos civiles, violan derechos humanos, y coartan y privatizan acceso a servicios vitales (vivienda, empleo, educación, salud) despojan, precarizan, criminalizan y matan. Colonialismos territoriales que no se dan exclusivamente de un Estado soberano a otro Estado Soberano, donde coadyuvan Estado, empresas transnacionales, interés privado para concesionar territorio, mayormente perteneciente a pueblos originarios, pueblos indígenas y afrodescendientes, para el usufructo extractivo de mega proyectos de minería a cielo abierto, hidroeléctricas, eólicas, tal es el caso de México, Guatemala, Brasil, Colombia. Acaparamiento masivo del 90% de tierras productivas, instauración de nuevos latifundios como es el caso del cuerno africano y la amazonia. Colonialismos de plantación, donde la población es un instrumento material para el proceso extractivo, y donde su nivel de desarrollo está determinado por su inserción en el mismo proceso extractivo, es el caso de muchos países del Caribe. Colonialismos administrativos y capitalismos del desastre como es el doloroso caso de Puerto Rico y Martinica. Neocolonialismos y sub imperialismos como es el caso de la buitocracia alrededor de Haití.
Y en medio de todo eso, el desafío de pensar descolonizaciones antirracistas, proyectos de independencia y construcción de culturas políticas que no incuben imaginarios coloniales, imaginarios racistas, estructuras y lógicas de posicionalidad colonial.
El legado de Fanon nos permitió en Latinoamérica y el Caribe, entender críticamente los proyectos de independencia, la latinoamericanidad criolla, como proyectos de continuidad, en los que el colonialismo de 1492 se refuncionalizo en el las lógicas y estructuras de colonialismo interno de los Estados Nación independientes.
Después de Fanon el nacionalismo en Latinoamérica es una ficción de igualdad para encubrir desigualdades raciales por antagonismo colonial, sus vítores su júbilo y heroicidad como omisiones, silenciamientos, encubrimiento de violencias, opresiones. El borramiento como el paradigma identitario de la economía moral criolla.
Fanon no fue complaciente con nada ni con nadie, lo mismo fue crítico de la indiferencia de estado sobre los vectores de violencia múltiple y epidermización de la inferioridad derivada de la experiencia colonial en Argelia, que crítico sobre el asimilacionismo del sujeto/a racializado/a y sus relaciones interraciales, en las que sus relaciones sexo-afectivas siempre ha existido una refuncionalización de la BLANCURA como metáfora de sofisticación de desarrollo y modernidad. Fue crítico con los procesos de Estado, los relatos ”poscoloniales africanos”, como desconfiado de los mecanismos organizativos, deliberativos de acción política trazados desde el asistencialismo, estricto con la comunicación, con el sacrificio, con cada relieve de la lucha, vigilante del cuerpo de la opresión y del deseo que lo habita como una geopolítica del conocimiento.
Fanon contagio Martinica, Argelia, Túnez, Ghana, Francia, Estados Unidos, La República del Saharaui, Camerún, Congo, Angola, Egipto, Cuba, Kenya, Vietnam, India, Palestina, México, Guadalupe, Guyana, Colombia, Filipinas, Brasil, Sudáfrica, Guatemala, Puerto Rico, Chad, Marruecos, UK, Venezuela, Haití, Bolivia y cada barrio del mundo entero.
Hoy en este aniversario sobre Fanon vale reflexionar también sobre el nivel de despolitzación, banalización de estas nuevas “descolonizaciones”, discursivas, performativas, de chocolate. Comprometidas deliberadamente o por omisión con las agenda de las democracias liberales.
60 años atrás ese cuerpo enfermo de leucemia, custodiado por un agente de la CIA se apago y con el se codifico la posibilidad de un horizonte utópico y una nueva imaginación política.
Decían los murmullos en Orán que por la memoria de lxs desaparecidxs no había tregua, ni espacio para descolonizaciones desracializadas, y descolonizaciones no antimperialistas.
Larga vida, ayer, hoy y siempre.