"Quieren hacernos creer que la realidad es la que esta fallando y no ellos".
Imaginación política y crisis multifactorial.
Por: Tatiana Bonilla
Algunas personas son conscientes de que el capitalismo tal y cómo lo vivimos hoy día supone la desigualdad social y económica, así como la destrucción de la naturaleza de la que dependemos totalmente. Sin embargo, nos adaptamos a las situaciones que nos plantean nuestros contextos con mayor o menor éxito sin la entereza suficiente para transformarlos, ya sea porque aprendimos que las acciones individuales no tienen efecto práctico o porque hay una masa apática, parásitaria y cobarde con la capacidad de sofocar los entusiasmos más brillantes. Como decía Gramsci, la indiferencia opera con fuerza en la historia. Opera pasivamente, pero opera y el absentismo de lxs muchxs moldea realidades comunes.
En el marco de esta crisis por la pandemia del coronavirus COVID-19, también están los optimistas, personas que argumentan que esta situación constituye un golpe para los sistemas imperantes y tendrán lugar la solidaridad y la colaboración, como opciones racionales globales. No obstante, propongo dotar el análisis de imaginación dramática a fin de prepararnos para lo peor con la esperanza en que lo mejor tenga lugar.
A este respecto, el filósofo surcoreano Byung Chun Hal, indica que en caso de superar esta crisis el capitalismo continuará con más fuerza, en el marco de regímenes autoritarios, con un reforzamiento de los sistemas de vigilancia digital y control policiaco, que llevarán a la normalización del Estado de excepción. Recordemos que esta pandemia se da en el marco de una inestabilidad generalizada en que los dueños de los grandes capitales pretenden solucionar la crisis económica emitiendo moneda, no obstante, la velocidad de circulación del dinero se está hundiendo sin remedio porque ese dinero no acaba dónde debería, en la gente. La globalización como proyecto político y económico es una gran estafa, aunque nuestros gobiernos quieren hacernos creer que si la realidad no se acomoda a sus retóricas la que está fallando es la realidad y no ellxs.
Una vez más los grandes damnificados de este drama serán las personas empobrecidas y marcadas como diferentes a través de los procesos históricos que ya conocemos. En Estados unidos las personas afro y lxs migrantes empobrecidxs están totalmente desprotegidxs y ni siquiera tienen acceso a servicios de salud, mientras que los bancos echan mano del dinero de la gente ante la escasez y la caída en el valor de las monedas nacionales y las divisas. Además, se impone el big data como una opción totalizante, que ofrece muchas ventajas pero que nos demuestra que no es utópica la pretensión de sustituir la realidad social por la realidad virtual. Los likes de Facebook no están produciendo nada y hace falta la construcción social-corporal de conocimientos prácticos y experiencias comunes.
Colombia demuestra que este virus nos aísla y nos individualiza, no se está gestando ningún sentimiento colectivo y sólo atinamos a pensar en nuestra supervivencia. Aunque me gustaría sumarme a los pronósticos de algunxs optimistas, sé que esto no va a cambiar el orden de las cosas, sólo está evidenciando los problemas, reduciendo el margen de acción de lxs más podersxs. Aquí se requiere un esfuerzo humano real que nazca en lo individual y se plasme en lo colectivo. En el país, el gobierno nacional y los gobiernos locales están en una carrera por el reconocimiento de cara a las próximas elecciones. Mientras que el Presidente Iván Duque emitió el Decreto 444 que retira capitales del Fondo de Mitigación de Emergencias para entregar recursos a las entidades bancarias, la alcaldesa de Bogotá impone una medida de “pico y género” para evitar las aglomeraciones, en que se reproduce la diferencia sexual en contra de la cual se ha luchado con tanto ahínco. En la capital del país estamos viviendo medidas de confinamiento que enfatizan la cuestión sexo-género, exponiendo a la población a las arbitrariedades policiales y en especial a aquellxs que no se reconocen dentro del binarismo.
Poco a poco nos estamos percatando de la importancia de quienes se dedican al agro y lxs reconocemos como la columna vertebral de la economía nacional, aunque, las acciones gubernamentales no lxs mantienen a salvo y quienes hacen intermediación en la cadena de suministro lxs explotan, comprándoles el alimento a precios misérrimos para luego venderlo al resto de la población a costos exagerados. Como indica Stiglitz, el modelo neoliberal nos tiene pendiendo de un hilo y los mercados no se manejan solos, el exceso de riesgo ha fracasado y el sector público está insuficientemente financiado, demostrando que el coronavirus no es nuestro principal problema.
En términos globales el proyecto “civilizatorio” nos está mostrando su rostro real y en este orden de cosas Colombia se postula como el patio trasero de Estados unidos. La negligencia de nuestros gobernantes puede conducirnos a otra guerra, pese a la emergencia sanitaria, en alusión a lo que Chomsky llama la tiranía de las grandes corporaciones y la dictadura de los mercados. Lo cierto es que esta pandemia ya estaba anunciada y decidimos no prepararnos, pero la imaginación política tiene que servirnos para plantear soluciones de raíz, aunque de momento parezca que sólo el Estado puede orientar voluntades sociales hacía acciones comunes y sacrificios compartidos. Es momento de creer que podemos cambiar el curso de la historia.
En primer lugar, propongo que le demos relevancia a la salud mental de las personas. El estrés, la ansiedad y los sentimientos de desesperanza aprendida son tan reales y difíciles como el hambre. Si bien hay personas cuyas condiciones materiales no les dan ni la posibilidad de deprimirse, también debemos reconocer que nuestro estado cognitivo, emocional y anímico determina lo que somos capaces de hacer y no podremos aportar a nuestros entornos o transformarlos si no logramos lidiar con nosotrxs mismxs. Aunque, no podemos confundir estados psicólogicos con la anomía social que según Durkheim tiene que ver con la incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos de lo necesario para lograr las metas de la sociedad.
Segundo, hay que abogar por medidas de autogestión que no dependan por entero de nuestros gobiernos y gestiones estatales. Debemos pensar en formas de organización social capaces de aprovechar la tecnología a favor de los intereses de la gente, sin excluir a lxs más empobrecidxs y sin correr el riesgo de fracturar nuestro lazo social y vínculos comunitarios. Tenemos que conectarnos con la tierra y construir otros paradigmas de desarrollo y sobre todo necesitamos reconocer nuestra fragilidad y abrazarla con digna consciencia para no aceptar lo inaceptable aún en tiempos desesperados y de emergencia.