Por Fabián Villegas.
Mi impuntualidad orgánica se ha visto expuesta al menos en 3 continentes, 16 países, y por lo menos a 10 de los 24 husos horarios de la tierra. He visto y escuchado todo tipo de sinvergüencerías en materia de impuntualidades, el cabron que deliberadamente se abrió paso en medio del tráfico pegándose con el carro a una ambulancia con la sirena puesta, haciéndose pasar como cercano a la emergencia.
Quien se bajó del bus público y literalmente se echó a correr y corrió con la suerte de que lo detuvieran dos policías para preguntarle porque estaba corriendo, perdió la cabeza, aventó el folder del trabajo y le metió dos bofetadas limpias al policía de vialidad, termino detenido y argumento que si hubiese sido blanco no lo hubieran detenido pues hubiesen pensado que estaba haciendo ejercicio y no corriendo con lo robado.
Hasta quien se atrevió a perder 10 minutos más para recoger unas radiografías viejas y acreditar que había llevado al médico a su abuela de Tacámbaro Michoacán, y no solo eso, la hizo cómplice y la convenció para que ensayara su testimonio sobre reflujo extraesofagico.
Pero hasta el 2017 nadie la había quitado a mi amigo mexicano Erick López la medalla al cabron mas impuntual del mundo, hasta que conocí el “huso horario” del 85 % de la población de la Republica Dominicana.
Como impuntual me han hecho sentir como en casa, me han hecho esperar hasta 2 horas y diez minutos, recurriendo a los mismos recursos narrativos y argucias que un negociador de rehenes:
“Estoy saliendo ahora mismo de casa”.
“Estoy cerca máximo 15 minutos, coño pero que tráfico, esto está parado”.
“Me voy a ir mejor caminando, diablos pero esto esta imposible”.
“Estoy ahí en 10 minutos máximo”.
“Sigues ahí, estoy ya mismo, dame 7 minutos que me encontré con un pana caminando”.
“Ya voy que me pare a ponerle una recarga al teléfono para escribirte, llegando casi”.
“Estoy en un minuto, no te veo”.
Y ahí es que el sinvergüenza ese aun ni siquiera ha llegado, ahí sí que ahora si está a 7 minutos de llegar, para esto ya pasaron tranquilamente 60 minutos.
No quiero entrar en justificaciones pero quien conoce de primera mano la parada de guaguas del Parque Enriquillo y todas las paradas de guaguas (camiones) del tercer mundo sabe que el trámite está sujeto al estado anímico del chofer y al síndrome napoleónico del ejercicio de su podercito. Que puede llevarloen un impulso a montarse y prender el motor, en otro a bajarse y caerle atrás a la mujer que atiende en la banca de enfrente, para decirle que asegura que como que van dos veces que cambian el número del Pale (la lotería), que en la mañana el vio el 41, y ahora está el 46, para después volverse a subir acelerar el motor sin avanzar, solo pisar el acelerador, hacer el show de acomodar el retrovisor, volverse a bajar, ir a mear, regresar, quedarse afuera del camión volteando fijamente a todos lados, secarse el sudor, agarrarse el pito por encima del pantalón y darle un pescozón (zape) abusivo acompañado de un “buen pendejo” al vendedor de lentes y galleticas en turno, volverse a subir, acomodar de nuevo el fuckin retrovisor, quitarse la gorra, echar pa atrás el asiento, prender la radio, volverse a bajar, recibir más de 3 gritos de “Abusador”, comprar un refresquito naranja, para ahora si montarse y finalmente arrancar ese maldito camión.
Haciendo gala de mi creatividad cuando me llamo por teléfono Gerson para ver por dónde venía, asegure que iba en la guagua justo pasando el peaje, cuando aún ese camión estaba saliendo de la parada de guaguas. Alguien me dijo alguna vez que en mi impuntualidad había un correlato con una especie de falso optimismo, y estoy de acuerdo, creo que todo está cerca, creo llegar a todo rápido, no importa cuántas veces me equivoque caigo en mí mismo gancho, y sufriendo una ansiedad cabrona el estiramiento de esos 15 minutos, sepa usted que el impuntual no es indiferente a su impuntualidad.
Llegando a la parada de Boca Chica hice lo que nunca hago, montarme en un motor para llegar lo más rápido a la tienda grande de la playa de Hemingway donde había quedado de verme con Gerson, no sin antes llevarme la burla de los choferes de los motoconchos que cuando escucharon que le dije “pero vete lento, dale al paso”, me gritaron riéndose “peeeeeeero abrázalo, pegatele”.
Al llegar a la tienda ayude a Gerson a cargar unas bolsas de la compra no sin antes escuchar un monologo sobre lo descabelladamente caro que se estaba poniendo el país. “Mano tú vas a ver la compra, una mierda de compra y 2300 pesos, yo de verdad no sé cómo resuelve la gente aquí, este país es caro, es más caro que Boston”.
Al entrar al edificio donde Gerson había rentado un apartamento con su esposa e hija, el gerente del lugar se nos acercó un tanto apenado y con una cara de pendejo que no podía con ella, sabía yo que en la playa de Hemingway no se podía meter botellas de vidrio, y llevar los montones de cosas más que uno acostumbra a llevar cuando va a la playa.
“Señor le pedimos una disculpa, pero el Sr Adolphe nos llamó para pedirle una disculpa, y reembolsarle su dinero, así como su depósito, parece que otras inquilinas de la Torre se incomodaron un poco con la visita, pues no están acostumbradas a ver gente en la piscina que no sea propietaria, y el Sr como no vive aquí, vive en Suiza, pero renta el apartamento por internet no quiere tener problemas con los demás inquilinos”.
Gerson con una ingenuidad que no era proporcional a sus años de doctorado en calle, como barbero diversificado en reparación de celulares, mixologo auto didacta diversificado en Dj de Hip Hop de los 90s en un bar bien blanco en Boston, respondio:
¿Es la primera vez que pasa esto?
Si Sr, nunca yo había estado en esta situación,
¿Pero porque se incomodaron?, yo estaba en la piscina con mi esposa normal muy tranquilo.
No sabría decirle Sr.
-Su maldita madre de visita en mi país una semana y uno tiene que aguantarles mierdas a esta gente, por eso estaba encima de ti, que te apuraras para ya salirme de ahí de la piscina y estar mejor en el penthhouse porque yo note a esa gente paranoica, viéndome raro.
Ta bien pendejo la siguiente vez llego puntual y traigo 4 disfraces para el espacio público.
-Baboso.
¿Te acuerdas cuando te revisaron en el aeropuerto por tu argolla en la nariz?
Si, nada tiene que ver con esto. Esto fue una mierda.
-Whatever, estos pendejos no nos van arruinar el día, déjame subir por Wanda y por la niña, y arranquemos que se nos va ir el sol.